Turismo responsable y sostenible en Andalucía

Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo.

Erradicar la pobreza en todas sus formas sigue siendo uno de los principales desafíos que enfrenta la humanidad.
Desde el año 2000 se ha conseguido reducir la pobreza en un 50%, pero siguen existiendo millones de personas que no cuentan con ningún tipo de recurso.
El crecimiento económico acelerado de países como China y la India ha sacado a millones de personas de la pobreza, pero el progreso ha sido disparejo.
En zonas como Asia meridional o África subsahariana el 80% de la población vive en condiciones de extrema pobreza.
La pobreza trae consigo unas consecuencias devastadoras: hambre, malnutrición, enfermedades, discriminación, falta de una vivienda digna,…Lograr que se alcance este objetivo supone fomentar un crecimiento económico que promueva la igualdad y que sea sostenible.

Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.

En las últimas dos décadas el número de personas desnutridas a disminuido casi a la mitad gracias al rápido crecimiento económico y al aumento de la productividad agrícola. Regiones como Asia Central y Oriental o América Latina han avanzado enormemente en la erradicación del hambre.
Desgraciadamente el hambre y la desnutrición siguen siendo grandes obstáculos para el desarrollo de muchos países.
Por otra parte la tierra y el agua de nuestros océanos y ríos están sufriendo una gran degradación debido a la sobreexplotación.
Todos sabemos que la agricultura y el sector alimenticio son fundamentales para eliminar el hambre y la pobreza, pero necesita de una reforma urgente. La cooperación internacional, la implantación de prácticas agrícolas sostenibles, el apoyo a los pequeños agricultores garantizando un acceso igualitario a la tierra, a la tecnología y a los mercados son tareas de obligado cumplimiento.

Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades.

Más de cinco millones de niños mueren cada año antes de llegar a los 5 años de edad. Un dato escalofriante que convierte a este objetivo en la base de todos los demás ya que para alcanzar el resto de ODS es necesario que se garantice y promueva la salud y el bienestar.
Queda mucho trabajo por hacer ya que actualmente en las zonas más pobres del planeta las tasas de mortalidad materna y neonatal siguen siendo muy altas, se propagan enfermedades infecciosas y existe una mala salud reproductiva.
Implantar acciones cómo financiar los sistemas de salud, aumentar el acceso a los servicios médicos o erradicar determinadas enfermedades son cruciales para garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades.

Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.

Desde el año 2000 se ha registrado un enorme progreso en cuanto a la meta de alcanzar una educación primaria universal. En 2015 la tasa total de matrícula alcanzó el 91 % en las regiones en vías de desarrollo y la cantidad de niños y niñas que no asistían a la escuela se ha disminuido casi a la mitad a nivel mundial. Aun así, en la actualidad todavía existen más de 265 millones de niños y niñas que no están escolarizados. La escasa preparación de los profesores, falta de escuelas o el mal estado de estas son algunos de los problemas que se deben mejorar. Igualmente los conflictos armados y la pobreza en general son factores que aumentan la proporción de niños que no asisten a la escuela.
Sin duda la educación de calidad y la alfabetización son la base para mejorar la vida, y representa una herramienta fundamental para aumentar las posibilidades de salir de la pobreza y poder optar por un futuro mejor.
De aquí a 2030, todos los niños y niñas del mundo deberían poder acceder y completar la enseñanza primaria y secundaria.

Lograr la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas.

Terminar con las formas de discriminación contra las mujeres y niñas no es solo un derecho humano básico, sino que además es crucial para el desarrollo sostenible.
Aunque en los últimos años se han conseguido avances importantes sobre la materia, a día de hoy una de cada cinco mujeres y niñas entre 15 y 49 años ha afirmado sufrir o haber sufrido violencia física o sexual.
Garantizar el acceso universal a salud reproductiva y sexual y otorgar a la mujer derechos igualitarios en el acceso a recursos económicos, como tierras y propiedades, son metas fundamentales para conseguir la igualdad.
Igual de importante es que todas las mujeres y niñas puedan tener acceso a la educación, a un trabajo decente y que puedan participar en los procesos de toma de decisiones políticas y económicas en todos los países del mundo.

Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos.

Todos sabemos que el agua potable es un elemento vital para la vida, aun así según la ONU, cerca de 2.200 millones de personas carecen de agua potable y 4.200 millones de saneamiento.
En la actualidad la escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial.
Para el año 2050 se estima que al menos un 25% de la población mundial viva en zonas afectadas por las sequías y que una de cada cuatro personas se verá afectada por escasez recurrente de agua. Estos alarmantes datos igualmente afectarán de forma directa y recrudecerá otros males como el hambre, la seguridad alimentaria o la desnutrición.
Es indudable que una gestión sostenible de los recursos hídricos y realizar inversiones adecuadas en infraestructuras son aspectos vitales para lograr que todas las personas tengan acceso al agua potable y al saneamiento.

Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos.

El mal uso de la energía es el mayor contribuyente al cambio climático y representa alrededor del 73% de los gases de efecto invernadero, y están causados por la acción humana.
Actualmente casi un tercio de la población mundial cocina con combustibles nocivos y tecnologías poco eficientes.
Acciones como aumentar la inversión pública y privada, mejorar y facilitar la financiación en tecnologías más limpias o impulsar el uso de energías renovables en sistemas de calefacción y transporte son factores fundamentales para proteger el medioambiente.
Dejar de lado los intereses económicos y adoptar un compromiso más sólido de los gobiernos, empresas y la población en general son aspectos cruciales para alcanzar este objetivo fundamental.

Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos.

Afortunadamente en los últimos 25 años la cantidad de trabajadores que vivían en condiciones de pobreza extrema se ha disminuido drásticamente, pese al impacto de la crisis económica de 2008 y las recesiones globales. En los países en vías de desarrollo, la clase media representa actualmente cerca del 35% del empleo total, una cifra que casi se triplicó entre 1991 y 2015.
Aun así, se calcula que aproximadamente el 50% de la población mundial vive con menos de 2 dólares al día. Igualmente preocupante es que en muchos países el hecho de tener un empleo no garantiza ni ayuda a salir de la pobreza.
Con este objetivo nº8 se persigue conseguir, entre otras cosas, que todas las personas puedan tener un empleo de calidad de manera que se reduzca el desempleo y se logre niveles más elevados de productividad y por lo tanto de consumo.
Promover políticas orientadas al desarrollo que apoyen las actividades productivas, el emprendimiento, la creatividad, la innovación y el fomento de la creación y el crecimiento de microempresas y pymes son otras de las metas que se deben desarrollar para lograr este objetivo.

Construir infraestructura resiliente, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación.

La inversión en infraestructura y apostar por la innovación son esenciales para conseguir un progreso tecnológico sostenible y alcanzar los objetivos medioambientales.
Con más de la mitad de la población mundial viviendo en ciudades, la implantación general de la energía renovable en los medios de transporte se vuelve esencial.
La promoción de la eficiencia energética, la inversión en la investigación e innovación científica o la creación y el desarrollo de nuevas industrias y tecnologías de la información y comunicación son el camino a seguir si queremos lograr realmente un desarrollo sostenible y perdurable en el tiempo.
Es muy simple, sin tecnología e innovación no se promoverá la industria y sin ella no habrá desarrollo.

Reducir la desigualdad en y entre los países.

Actualmente existen grandes desigualdades en países y entre países respecto al acceso a la educación, a los servicios de salud y a los bienes productivos.
La desigualdad de ingresos está cada vez más en aumento: el 10 % más rico de la población se queda hasta con el 40 % del ingreso mundial total, mientras que el 10 % más pobre obtiene sólo entre el 2 y el 7 % del ingreso total.
Para lograr reducir las desigualdades es crucial crear políticas universales para las poblaciones más desfavorecidas y marginadas que favorezcan las exportaciones de los países en vías de desarrollo y las innovaciones en tecnología, al mismo tiempo que se reduzcan los aranceles al comercio internacional.
La desigualdad de ingresos es un problema mundial que requiere soluciones globales.

Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.

Actualmente más del 50% de la población vive en zonas urbanas.
Para el año 2030 se prevé que lo hagan cerca de 5 mil millones, para el 2050 esta cifra habrá aumentado y serán 6,5 mil millones, es decir, dos tercios de la población mundial vivirá en zonas urbanas.
El rápido crecimiento de las zonas urbanas como resultado del aumento de la población y de la migración provoca, especialmente en el mundo desarrollado, un incremento descontrolado de mega urbes, y a su vez de barrios marginales.
No es posible lograr un desarrollo sostenible si no transformamos radicalmente la forma en la que construimos y administramos los espacios urbanos. Si queremos mejorar la seguridad y la sostenibilidad de las ciudades hay que garantizar primero el acceso a viviendas seguras y asequibles y mejorar y disminuir los asentamientos marginales.
Aumentar la inversión en transporte público sostenible, crear más zonas verdes en espacios urbanos e implantar una planificación y gestión más participativa e inclusiva son también acciones de suma importancia para lograr los objetivos marcados.

Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles.

El mundo sigue utilizando los recursos naturales de manera insostenible.
La ONU advierte que si en 2050 la población alcanza los 9,6 mil millones de habitantes, necesitaríamos tres veces más recursos de lo que hoy nuestro planeta produce para poder mantener el estilo de vida actual.
La agricultura representa el principal consumidor de agua en el mundo y el riego representa hoy casi el 70 % de toda el agua dulce disponible para el consumo humano.
Es indudable que el consumo no sostenible produce contaminación y degrada el medio ambiente. Si queremos realmente lograr un crecimiento económico y un desarrollo sostenible en el tiempo es de vital importancia implantar un cambio drástico en los métodos actuales de producción y consumo de bienes y recursos.
Reciclar y reducir los desechos, e implantar una gestión eficiente de los recursos naturales compartidos y la forma en la que se eliminan los desechos tóxicos y los contaminantes es sin duda el camino a seguir.
Todos debemos elegir y apostar por un modo de vida más sostenible para cuidar la naturaleza y frenar el cambio climático.

Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.

El cambio climático es una realidad indudable y está produciendo efectos muy negativos en todos los países, en las personas, en la economía y en la naturaleza. Los sistemas meteorológicos están cambiando, los niveles del mar están subiendo y los fenómenos meteorológicos son cada vez más extremos.
El 2019 fue el segundo año más caluroso de todos los tiempos y los niveles de dióxido de carbono (CO2) y de otros gases de efecto invernadero en la atmósfera marcaron niveles históricos récord (50% superiores a 1990). La década pasada (2010 – 2019) ha sido la década más calurosa jamás registrada.
El acuerdo de París, firmado en 2015, aspira a reforzar la respuesta mundial frente a la amenaza del cambio climático limitando el aumento de la temperatura global durante este siglo a menos de 2 grados.
Con una voluntad política real, dejando de lado los intereses económicos y con acciones colectivas todavía podemos frenar entre todos una catástrofe que cada vez se hace más palpable.

Conservar y utilizar de forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible.

Los océanos y su temperatura, vida, composición química y corriente son el motor de los sistemas globales que hacen de la tierra un lugar habitable para los seres humanos. Nuestro tiempo, lluvia, agua potable, clima, litorales, gran parte de nuestro alimento e incluso el oxígeno del aire que respiramos los proporciona y regula el mar.
La contaminación marina ha llegado a unos niveles realmente alarmantes, por cada kilómetro cuadrado de océano hay de media unos 13.000 trozos de desechos plásticos.
El medio de vida de más de 3 millones de personas depende de la biodiversidad marina. Se estima que el 30% de la población de peces está sobreexplotada.
Los océanos absorben cerca de un 30% del dióxido de carbono generado por la actividad humana. Desde el inicio de la revolución industrial se ha registrado un aumento del 26% en la acidificación de los mares y océanos.
Para frenar la enorme degradación que sufren nuestros océanos, contrarrestar los efectos del cambio climático y para tener un futuro sostenible, una gestión responsable, cuidadosa y efectiva de este recurso esencial es un factor clave. Crear y aplicar leyes que reduzcan la sobrepesca, la contaminación marina y la acidificación de los mares y océanos es otro factor clave para lograr este ODS nº 14.

Proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, efectuar una ordenación sostenible de los bosques, luchar contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de la diversidad biológica.

La vida humana para su sustento y subsistencia depende tanto de la tierra como de los océanos. Más del 30% de la superficie terrestre está cubierta por bosques. Estos proveen hábitats cruciales a millones de especies y representan una fuente importante de aire limpio y agua. Los árboles son elementos fundamentales para frenar el cambio climático y la flora nos proporciona el 80% de los alimentos que comemos.
Cada año se pierden 13 millones de hectáreas de bosques, y la degradación de zonas secas ha desencadenado en una desertificación de 3.600 millones de hectáreas, afectando de manera destacada a las comunidades más pobres.
Alrededor de 7.000 especies de animales y plantas han sido objeto del comercio ilegal. El tráfico de vida silvestre, aparte de erosionar la biodiversidad mundial, crea inseguridad y aumenta la corrupción.
Hay que adoptar medidas urgentes para hacer frente a graves problemas como la pérdida de hábitats naturales, de biodiversidad o el avance de la desertificación. Urge una gestión sostenible de nuestros bosques, la recuperación y conservación de ecosistemas y la lucha contra la deforestación, la caza furtiva y el tráfico de especies protegidas.

Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles.

Sin paz, estabilidad, derechos humanos y una gobernabilidad efectiva basada en el Estado de derecho no es posible alcanzar el desarrollo sostenible. La violencia en todas sus formas sigue siendo un problema que afecta a millones de personas en todo el mundo.
Unos altos niveles de violencia armada e inseguridad se traducen en consecuencias destructivas para el desarrollo de cualquier país, afectan negativamente al crecimiento económico y resultan a menudo en agravios arraigados que pueden extenderse por generaciones.
En 2018 el número de personas que se vieron obligados a huir de las guerras, las persecuciones o los conflictos superó los 70 millones, siendo la cifra más alta registrada por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en casi 70 años.
En 2019, las Naciones Unidas registraron 357 asesinatos y 30 desapariciones forzadas de defensores de los derechos humanos, periodistas y sindicalistas en 47 países.
A través de los ODS se busca reducir sustancialmente todas las formas de violencia y trabajar con los gobiernos y las comunidades para encontrar soluciones duraderas a los conflictos y la inseguridad.
El fortalecimiento del Estado de derecho y la promoción de los derechos humanos es fundamental en este proceso, así como la reducción del flujo de armas ilícitas y la consolidación de la participación de los países en vías de desarrollo en las instituciones de gobernabilidad mundial.

Fortalecer los medios de ejecución y revitalizar la alianza mundial para el desarrollo sostenible.

De nada sirve que se establezcan objetivos si no hay acuerdos entre todos los actores que deben participar: gobiernos, empresas privadas y ciudadanos.
Para que un programa de desarrollo se cumpla satisfactoriamente, es necesario establecer asociaciones inclusivas (a nivel mundial, regional, nacional y local) sobre principios y valores, así como sobre una visión y unos objetivos compartidos que se centren primero en las personas y el planeta.
Debido a la pandemia de la COVID-19 y a los conflictos armados se prevé que la economía mundial se contraiga fuertemente en los próximos años, lo que podría traducirse en la peor recesión desde la Gran Depresión de 1929.
Los ODS solo se pueden conseguir mediante asociaciones mundiales sólidas, cooperación, concienciación, dejando de lado los intereses económicos y poniendo en el centro a las personas y al planeta en el que vivimos.